domingo, 26 de septiembre de 2010

"El árbol... y las trampas de la memoria"

EL RINCON DEL CINEFILO

"El árbol... y las trampas de la memoria"

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ampliar foto ampliar | ESCENA MEMORABLE. La película debe su nombre al momento en que uno de los niños pierde su zueco, camino a su casa. FOTO TOMADA DE DVDBEAVER.COM
A fines de los 70 se estrenó en Tucumán, creo que en el ex cine Casablanca, una larguísima película italiana de tres horas llamada "El árbol de los zuecos", un drama familiar-rural italiano galardonado en Cannes y dirigido por Ermanno Olmi. Es del año 1978. El director cuenta la historia de un grupo de campesinos lombardeses de fines del siglo XIX y son ellos mismos los actores no profesionales. Decían de ella: "austera, filmada con cristiana serenidad y en tono a veces puramente documental".
Sólo recordaba esto y borrosamente: un campesino realiza su tarea cotidiana, una nena llega y le avisa que nació su nuevo hijo, él interrumpe el arado y regresa a su casa, sube las escaleras de una enorme y vieja casona, entra a la habitación y se encuentra con la mirada buena de la mujer, que tiene al lado la criatura. No recuerdo los diálogos, sólo el rostro del padre, su expresión contrastante, el cruce de miradas con su esposa, el regocijo de ella y el de él, atemperado tal vez por la certeza de la nueva vida y la tenue resignación del esfuerzo a afrontar por otro "bambino", otra boca a futuro. 
A continuación, le sucede otra secuencia. Esta vez, su otro hijo (tan parecido al Bruno de "Ladrón de bicicleta") regresaba desde la escuela hasta su casa por un sendero barroso cuando su zueco se rompe en el lodazal que helaba y lastimaba. Luego se ve el ruego silencioso del padre para que no le cuente a la parturienta que más tarde cortará leña del árbol (de allí el nombre), propiedad de sus patrones, para hacerle un nuevo calzado, so pena del despido que implacablemente sufrirá más adelante.

La escena me remitió siempre a la "epopeya" de criar y cuidar al hijo,  milagro heroico si los hay. El suceso me siguió durante décadas y se introdujo confusa e inconscientemente en algunas de las obras que actué o dirigí. Recuerdo una escena similar en "Los excluidos", hace 12 años: la "Cuca" había dado a luz en un villorio tucumano, el padre entraba y no había diálogos, sólo miradas y gestos en un tiempo que parecía extenderse. 
A la escena la creía olvidada; sin embargo, cada tanto volvía simulando otras. El pedido de esta nota la avivó y me llevó al origen: 30 años después, volví a ver la película. Mi memoria no fallaba tanto, el filme no habla de grandes sucesos, es pura cotidianeidad campestre filmada. Para algunos, "bella como el campo, aburrida como una misa"; para mí, de una morosidad poética que, sin embargo, me atrapa y soporta mis cambios y gustos actuales. 
El árbol y aquella escena vivieron como un cuadro en movimiento, con sus paisajes impresionistas y el retrato realista de los personajes. Un fresco pictórico extendido que se guarda vital en la evocación y se las arregla cada tanto para salir y hablar de una forma de vivir que ya parece olvidada, más dura y a la vez más humana, con miserias aún vigentes y acrecentadas.

Mi recuerdo no anima un valor estético a juzgar. Simplemente es un esfuerzo por mantener el lado emocional y heroico de sucesos cotidianos que el arte roba y que, aunque mi mirada y mi concepción de lo artístico cambiaron, no alcanza para desalojar aquellas imágenes. Pasajes y paisajes humanos, enternecedores y estremecedores, que, a pesar de su carga aleccionadora y cristiana, no impidió que se guardara vital en la memoria esquiva, atea y a veces tramposa de este teatrero.

Raúl Reyes
Director y docente teatral

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